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sábado, 3 de enero de 2009

Poema a Ensenada y pintura por José Tlatelpas








ENSENADA

A Connie

Como una mujer candorosa
parece fría
pero su calor te vence.

Tiene la piel clara,
Los ojos
marinos.

Puede tener barcos
o simplemente arena.
Puede tener hoteles, almejas,
hasta telescopios, sí.
Pero es neblinosa como una mujer y,
de repente,
amplia como un almacén de ovarios.

Me gustaría recorrerla a caballo,
con una mujer de ojos claros,
venida del mar adentro,
en ancas sudada,
y con desmayos de arena.

Ya he visitado tu piel tan delicada
en el barco del Capitán Ugalde,
eran entonces los vientos madrileños.
Eran las rudas canciones vascas,
y aventurando
las velas inquietas de Santander.
Vine también en los retos libertarios,
en la huida cautelosa del cometa.

Finalmente, llegué perdido como un pez grande
de fino acero azul.
Entre tus aguas surgí,
luminoso, esbelto, caballo del Bajío,
para convertirme en rayo azul acero.

Hacia arriba saltamos,
buscando la corriente
y los soles se prendieron en la marea del viento.

Volví a sumergirme entre tus brazos
y obtuve el fuego del útero marino.
Casi me fundo entre tus genes
y me vuelvo un Casi Un.
Cardumen de estrellas me quedé sentado
en la playa de tus besos.
Entre caricia y caricia me escondí entre tus senos.

Quizá no te diste cuenta
pero soy un pez
que navega en tus olas ováricas de arena delicada.
Nunca me marché.

Desde el siglo pasado cuando había pasado, quedé
desplegando mi cuerpo bajo las olas,
abriendo la boca para tomar
oxígeno de tu azul, cobijo fresco de tu abrazo
mar de playa, puerto de caricias.

Ensenada del Noroeste,
Baja California, la grande.
Porque la Alta Alcurnia es chica,
comparada con la dulzura de tu brisa.
Ciudad mujer y misteriosa,
veleidosa amante,
ruborosa y sorpresiva.
Brutal y silvante en tu respiración.
La orgásmica de arena y brisa.
El pez de acerado azul se sumerge o salta,
escurre tu frescura en la calidez del cielo.
Dije.


1995

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